martes, 31 de agosto de 2010

Graffiti


Es el lenguaje de poder pintar, hermosear, marcar las paredes frecuentemente con un contenido político y social, con o sin del permiso del dueño de la pared.
El graffiti en Chile no es un fenómeno nuevo. Desde siempre los muros y paredes de nuestro país han actuado como soportes comunicativos. Antiguamente los primeros habitantes de esta tierra manifestaban su arte en las pictografías del norte o las pinturas que son posibles reconocer en la Cueva del Milodón. Posteriormente el descontento social se plasmó en las calles de las ciudades gracias a las Brigadas Muralistas. Por lo tanto, es imposible no reconocer que el lenguaje urbano ha estado presente desde siempre en la historia de Chile.

Sin embargo, hace más de veinte años jóvenes nacionales relacionados con el movimiento hip-hop comenzaron a realizar sus primeros trazos sobre los muros capitalinos. Nuevamente la influencia de hijos de exiliados que llegaron al país sirvió como punta de lanza en la gestación de una escena de escritores chilenos. Ellos desde afuera trajeron información, revistas y las herramientas necesarias para que el graffiti, tal como se conoce hoy día, empezara a tomar forma en Chile.
No obstante, las primeras luces del graffiti nacional no alumbraron de la mano de los actuales aerosoles, sino que más bien se tiñeron de instrumentos más artesanales como tiza, carbón y brochas. Esto debido a los altos precios que alcanzaban las latas de spray que hoy son tan comunes en la manufactura de una pieza.
Y es que en esencia, como señala Christian Yutronic en la contraportada del Libro de Graffiti, éste “no es decoración, es subversivo. El graffiti es acción simbólica, cultura popular, revuelta, improvisación, disensión (y no consenso), pura inspiración (y nada de método)”.
Fue a mediados de los años noventa donde se emprendió una masificación del graffiti. El nuevo aire del hip-hop chileno trajo consigo una camada de graffiteros que se reunían en centros neurálgicos de la escena nacional como lo era la Estación Mapocho. Allí el encuentro de escritores de distintas partes de Santiago nutrió a unos y a otros de técnicas que les ayudarían a pulir sus obras. Zekis, escritor chileno, traía material desde el exterior como válvulas y revistas que vendía atrás de la parada ferroviaria. De hecho, en ese lugar se formaron destacados grupos o crews de escritores como NCS (Niños con spray), ODC (Obsesión diaria crítica ), DVE (Deskiciada vida escritora), entre otros.
Posteriormente la escena del graffiti comienza a tener más adeptos que tapizaban las ciudades con pintura. Incluso se llegó a abrir la Otra Vida, una tienda especializada en el rubro, que abastecía a los escritores con pinturas y demases. De ahí en adelante se empezaron a organizar diversos encuentros de graffiti a lo largo del país y nuevos graffiteros comenzaron a invadir las calles.





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